Si, amigos: el título es una redundancia, porque mal se puede ser líder (en una organización dedicada a asuntos lícitos, se sobreentiende) si no se tiene una honradez a toda prueba.
En tiempos como estos, en que los paradigmas que creíamos inconmovibles se licuan, se evaporan y no siempre son reemplazados por otros (dejando el consiguiente vacío) es más necesario que nunca que quienes vayan a ponerse al frente de un emprendimiento tengan una ética muy sólida.
“Nueva normalidad”: ¿Es necesaria una “nueva ética” o reforzamos la de siempre?
Y aquí tenemos un ejemplo muy reciente y por todos conocidos de esos cambios volcánicos, que no pocas veces dejan enormes huecos para llenar. Con la pandemia de Covid 19, se hizo masiva y global una tendencia que ya venía avanzando a paso redoblado: el trabajo a distancia, “teletrabajo”, “deslocalización laboral” o como se lo quiera denominar, (aunque hay quienes dicen que no todo eso es lo mismo). Lo cierto es que, aunque la pandemia haya amainado, esta modalidad se estableció muy firmemente, por no decir que muchas compañías y trabajadores se enamoraron de ella.
Cuando todos los empleados de una empresa estaban juntos en el mismo lugar, no era tan difícil controlar el cumplimiento de las normas éticas y morales. Ahora, cuando muchos de ellos trabajan desde sus hogares o en sitios diversos, el panorama es mucho más complejo. Y más necesario que nunca es realizar pruebas de confianza con métodos idóneos, que no dejen dudas de que contamos con gente que no nos defraudará. Será cuestión de redoblar esos esfuerzos. Pero aún así no será suficiente.
Mas honesto que nunca
Así debe ser y parecer el líder que hoy necesitan las empresas que no quieran sucumbir ante esta nueva y compleja coyuntura (o ante la competencia, meramente). Y él es la pieza clave de la aplicación de las pruebas de confianza y quien más debe velar por la “nueva ética” o la de antes debidamente adaptada.
La sinceridad y la claridad de sus decisiones no pueden dejar lugar a dudas, y deben ser el espejo en el que el resto de la organización se mire. Una clave para esto es entender que el buen líder debe cumplir las tareas que implican la aplicación de sus conocimientos y destrezas, y al mismo tiempo generar relaciones humanas transparentes. Y son cuestiones inescindibles. Los malos líderes en general les dan más importancia a las tareas que a las relaciones interpersonales, lo cual es un perfecto caldo de cultivo para diversos conflictos.
Su ejemplo de rectitud y equilibrio debe ser contagioso, transmitiendo una imagen de:
- Credibilidad (hacia adentro y hacia afuera de la empresa)
- Empatía (nivelando su honestidad con la flexibilidad necesaria para comprender las motivaciones del prójimo)
- Esfuerzo (debe ser el que más voluntad pone para alcanzar los objetivos comunes antes que los propios)
Por ser quien puede hacer la diferencia en una organización, el líder debe ser el primero en someterse a toda prueba de confianza que se disponga, tanto para dar el ejemplo como para certificar sus propias actitudes ante sí mismo.
Y debe preverse un nuevo escenario: Lo que ocurra con la ética laboral (corporativa e individual) ahora que ha comenzado la reapertura de muchas actividades. Volvemos, aunque parcialmente, a las tareas presenciales, y esa mixtura ya plantea originales desafíos al líder y a toda la organización, con la presencia de nuevos factores de riesgo, modificaciones en los modos colaborativos y en la responsabilidad social de la compañía.
Podrá adoptarse cualquier modelo “hibrido” de trabajo, pero lo que no puede descuidarse es la imagen de la empresa, que debe estar cimentada de su ética y, fundamentalmente, en la de sus líderes. Y que las pruebas de confiabilidad se adapten al entorno laboral es tan importante como todo lo ya mencionado, porque serán el termómetro que medirá el éxito o el fracaso.