La nueva normalidad exige una nueva ética laboral

Como sabemos, con la situación planteada por la pandemia de Covid 19, se han multiplicado exponencialmente el «Home office» y otras formas diversas de trabajo remoto. Esto implica un traslado de los datos cruciales que antes se resguardaban tranquilamente en estaciones de trabajo en las oficinas o en servidores privados de las empresas.

Ahora deben viajar mucho más. O al menos, las claves de acceso a esa información comienzan a ser usadas desde dispositivos móviles que se hallan mayormente en domicilios particulares.

Por eso muchos expertos en Recursos Humanos (RR.HH) han indicado que la pandemia  y sus circunstancias son un caldo de cultivo para conductas lesivas, por ejemplo:

• Apropiación indebida de activos y bienes “digitales”
• Uso personal e inapropiado de los equipos.
• Fraude informático.
• Sabotajes digitales.
• Mayor exposición a virus, intencionalmente o por negligencia.
• Uso inapropiado de los datos personales de clientes e información.

Es decir que las posibilidades de que se registren conductas inapropiadas que deriven en delitos laborales ha crecido por las circunstancias imperantes, entendiendo por tales a los procederes voluntarios que violan las normas usualmente aceptadas, y amenazan el bienestar de la organización, de sus miembros, de cualquiera de sus stakeholders (o de todos) en el ámbito laboral, sea este presencial o remoto. 

¿Qué puede hacerse al respecto?

Como la adopción del trabajo deslocalizado ha llegado para quedarse (ya era una tendencia irreversible antes de la pandemia, solo se aceleró) es más necesario que nunca opciones que permitan prevenir estas conductas. Afortunadamente, la propia tecnología lo hace posible.

Y lo hace incluso detectando o aun previendo casos menores que, de no descubrirse a tiempo, pueden agravarse y convertirse en un patrón recurrente. También es posible y aconsejable identificar ciertos parámetros que pueden encontrarse en las declaraciones que se tomen a los empleados.

Veamos algunos de ellos:

• La negación: reducir la gravedad percibida de un hecho, al negarse a admitir cualquier acto ilícito significativo como resultado de las propias acciones, dando lugar también a la «normativización» (Todos lo hacen) y a la minimización (Pero nadie fue dañado).
• La distorsión: extraer conclusiones ilógicas o apresuradas, basadas en percepciones distorsionadas e influidas por factores situacionales o emocionales, tales como una deformación del sentido de «Merecimiento» (Me lo deben, por todo lo que hago) o de «Oportunidad» (Pensé que nadie lo notaría).

• Proyección: rechazo a asumir la responsabilidad por las acciones de uno, al mismo tiempo que se culpa a una fuente externa de los propios actos (fui provocado; él se lo buscó) O se alega angustia y presiones (no tuve elección; fue debido al estrés).

¿Cómo reducir los comportamientos inadecuados?

La cuestión de crear y recrear confianza dentro de la organización es crucial, uno de los temas más difíciles y delicados que pueden encararse desde siempre, hoy obstaculizado por las circunstancias que ya mencionamos. Es necesario:

• Verificar la ética del personal.
• Tener una clara comunicación interna.
• Informar sobre las posibles sanciones con toda claridad.
• Monitorear regularmente la integridad de los empleados.
• Actuar después de recibir sugerencias o comentarios.

Esto permitirá la reducción al mínimo posible de las conductas perjudiciales, y solo puede encararse sistemáticamente con ayuda de tecnologías como LAV-i (el análisis por capas de estrés de la voz) que permite detectar a quienes tienen más tendencia a incurrir en actos dolosos desde el momento previo a la contratación, y hacer un seguimiento regular y posterior a lo largo de toda su permanencia en la empresa.

Como tantas cosas en la vida, es una cuestión de confianza, especialmente si se trata del manejo a distancia y en diferentes dispositivos de datos que representan ni más ni menos que dinero, tiempo y esfuerzo de la compañía.

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